Nos miramos extasiados cada vez que coincidimos. Pensamos. ¿Quién da el primer paso? Ambos. Sin aviso las manos juegan a querer ser dientes y destrozar el cuerpo mío, el cuerpo tuyo. El tacto es mágico porque trata de hacer que dos cuerpos se vuelvan uno y, al destrozarlos, se mezclan para mostrarme y mostrarte lo bonito que es conseguir digerir los cuerpos. Solo con la mirada ya se cuecen nuestras pupilas. Con nuestros silencios llenos de ¿en qué piensas? En nada, y en todo a la vez. ¿Cómo es que llegamos al punto de cocinarnos a sazón de besos y caricias? No lo sé. ¿Lo sabes tú? Simplemente es un te adoro o dos que salen a la lucha de expresar lo que solo se puede sentir, y lo siento cuando te siento porque al sentirte está presente algo más que sentimiento.
Imagen By DebEndi

El reencuentro de promoción siempre es desastroso. Cuando hay desastre siempre se "pierden" cosas. Por lo tanto nunca ofrescas tu casa para hacer un reencuentro de promoción. ¿No es clara la lógica empleada?

Hace tres años mi hermana salió del colegio. Yo no sé hasta donde dicen la verdad las mujeres pero ella no era de las que son hinchas de la promoción. Si se da el momento, se da. Pero si te matas organizando el reencuentro con semanas de anticipo, etiquetando a todos en flyer de reencuentro en el Facebook, peleándote por la cantidad mínima de chancha, y acordando que el sitio de reunión será en el tan clásico barrio de Andamarca, y al final todo se quiebra ¿qué haces? ¿Los llevas a tu casa sabiendo el riesgo al que se exponen tus pertenencias materiales, tu piso, tu baño?

Mi hermana no lo pensó dos veces y a las 8:30 p.m me llamó y dijo: "Saca las sillas y esconde la laptop" ¿Qué puedo pensar?

A partir de esta llamada me cree un panorama: Esconde la laptop y persignate para que nada pase dentro de tu casa.

Dios es un ser que se toma todo al pie de la letra. No me persigné. Así que como no hay parte del pastel, él no se tomó la molestia de distraerse en un reencuentro de promoción. Escuche silbidos, querían que les abra la puerta. Yo no le abro a nadie porque no son de mi promoción. Que venga ella y los atienda. A partir de ese momento ellos eran SU problema. Encerrado en un cuarto con un televisor y la laptop sin Internet pase las 4 horas más raras de mi día y de estas fechas navideñas.

Si no era para dejar sus casacas era porque se confundieron de cuarto o porque uno de ellos estaba tan mal que se cayó de bruces en la cama y no se levantó hasta que su estómago le ganó la lucha al ahogo, hasta vomitar. Distraido entre la película Dioses y la final de los reyes de show, no me percataba de nada hasta que la vejiga (¿mencione que me encerré además con una botella de litro y medio de InkaCola?) mandó ir al baño. El grifo estaba destrozado, aunque todavía se podía caminar del recinto. Decidí no salir más.

A la 1:30 a.m., luego de escuchar como mi hermana ponía orden para ir a otro antro a seguir con la celebración, decidí salir. Mi sala, el baño y el pasadizo que los conecta están mojados, no húmedos ni con algún rastro de líquido sino mojados, embarrados con un especia de poción de alcohol, agua, detergente y algo que se pega a mis zapatos (que no sea vómito, por favor). Replanteamos la pregunta: ¿No es lógico que si tus amigos de promoción dejan hecho un desastre el sitio que los cobija en la noche de celebración, no debes invitarlos a celebrar a tu casa?

Mejor agarremos papel y lápiz. Pongamos guiones vacíos y juguemos al ahorcado. Fin

* Con este post rompo la predicción de que no escribiría hasta año nuevo. Además las circunstancias lo ameritaban. A propósito del título me gustó cómo Imma Turbau narra su novela "El juego del ahorcado". La recomiendo si te gustan las historias donde la incógnita queda marcada en las primeras páginas. Después de leer su obra quiero conocer a la autora en persona.
Foto by me

Hemos llegado hasta aquí. Hoy partiré de nuevo al pueblo que me vio nacer luego de una tensión total todo el día por saber si tenía un pasaje. Partiré para celebrar las fiestas de fin de año con mis padres. Al inicio ellos vendrían pero el cruce de horarios hace que ahora yo vaya hacia ellos.
Y qué puedo decir. He terminado el primer año en la PUCP (aunque solo han colgado la nota de un final, Damn It) y aprendí muchas cosas en este tiempo.

Aprendí a jugar mejor pichangas (aunque dicen que de arquero la puedo hacer), aprendí a abrirme y hacer nuevos amigos, aprendí a extrañar a mis viejos amigos, aprendí a caminar con cuidado en barrios no tan seguros, disfruté lo que es celebrar un fin de ciclo con amigos, dejé de fumar tanto aunque a veces se le vienen a uno las ganas, aprendí a controlarme a la hora de tomar, a la hora de gastar, a la hora de vagar. Aprendí a levantarme solo en las mañanas y hacerme responsable de mis actos, aprendí a valorar la presencia de mis padres, aprendí a vivir sin televisor, aprendí a ser fiel, aprendí a decir NO, aprendí a escribir mejor, aprendí a estudiar, aprendí a leer a conciencia y no solo por diversión, aprendí a dar hoy sin esperar que algún día me den.

Aprendía a colaborar, a hacerme dormido en el micro, a resistirme a un robo, a tirarme las clase, a llegar a las clases aunque todos digan no vayas. A pedir libros en la biblioteca, a admitir mi sancion por olvido de libros, a hacer mi cola para el básico, a comprar un tio bigote, o teddy o comer en popos, a comer pan el plaza vea, a caminar por calles con una cerveza en la mano, a caminar por el Olivar a las 2 de la mañana, a manejar un carro automático y uno mecánico, a coger caracoles de mar entre las piedras en Barranco, aprendí 4 rutas para volver a mi casa, 2 para ir a la universidad, una para el jockey, aprendí a convivir con personas normales, que muchas veces creí más que normales. Aprendí a dirigir y a ser dirigido, aprendí a citar y a analizar una novela o un poema. Aprendí que los impulsos son un objeto peligroso, aprendí a pedir perdon y a malograr cosas, aprendí de caminar solo por la vida, aprendí que si quiero a una persona le digo las cosas como son, aprendí a desconfiar de la gente y a confiar también, aprendí a extender mi saldo por todo un mes recargando solo una vez. Aprendí a jugar poker y a amanecerme y dar todo por un trabajo.

Si me preguntan si me gusta Lima, mi respuesta es que el punto no es si me gusta o no. El punto es si me acostumbro o no. Si es que puedo socializar e interactuar y desarrollarme normalmente, o no. Más que gusto, es costumbre. Y más que costumbre, uno va aprendiendo muchas cosas, no de la ciudad; de la vida.

PD. No escribiré nada por Navidad y creo que talvez algo por año nuevo. Si escribo antes de esas fechas aparecerá normalmente. Por lo pronto no tengo nada más que decir. Disfruten la canción de Ruben Blades.

Imagen por nachopop

11:40 p.m Una combi en Barranco.

En el parque del distrito suben alrededor de 20 muchachitos con traje rapero. Pirañas, a mi parecer. Se empezaron a sentar y al final me vi acorralado entre ellos. Uno dijo: Ya tengo una victima y se pegó hacia mi asiento.

- Primo, luquita pa'l pasaje pe'
- (Con el índice en el cuello) Estoy aguja, apenas puedo pagar universitario.
- No tienes, primo? Pero busca pue, busca (toca el libro en mi morral)
- Nada, puro libro. (Saco basura del morral) No tengo nada estoy aguja.
- Ahí ta, tas cargado (interviene otro de ellos tocando el celular en mi bolsillo)
- Nada, huevón. Suelta
- Ya, ya, pasa nomas ya. Dámelo nomas (empieza a forcejear con mi bolsillo)
- Oe tranquilo que pasa?
- (Uno de ellos saca una pistola de juguete y me la pone en la pierna) Ya fue, mira, me das todo o a la merfi que te meto bala.
- (Ya más asustado y empezando a gritar) OE! no tengo nada, suelta.
- Ya, ya. Dejenlo no lo molesten a mi pata - dice el de la pistola - déjenlo que se siente más adelante.
- Me safo com puedo de ellos y llego hasta la parte delantera del bus.

El chofer los "cuadró" y como la comisaría esta en su ruta, dijo que los dejaría ahí. Yo temblaba y esperaba que no bajaran en mi paradero a agarrarme a patadas. Llegué a los bomberos y la paz empezo a volver. Suerte de principiante.