Michigan


Es de noche en casa y todos duermen. Solo se escucha la respiración de todos los que duermen y en uno de los cuartos el televisor todavía esta prendido. Olor a comida que viene de la mesa, debe ser carne de la cena que el niño no quiso comer, trepo y me encuentro con un filete en perfecto estado.

¿Por qué no habrá querido comer el niño?

En la tarde sus padres discutieron mientras yo ronroneaba por los sillones, él veía caricaturas y rozaba mi cuerpo contra los muebles buscando quitarme la picazón que en toda esa tarde me atormentó. La madre grita y el niño voltea, el padre grita también y ahora yo los miro fijamente a ambos, se gritan y el niño se asusta, yo erizo la cola y retrocedo hacia la puerta como para emprender una retirada fugaz, por si las cosas se ponen color de hormiga.

El padre se va, la madre llora y el niño llora con ella, se seca sus lágrimas con la blusa y va a la cocina, vuelve con dos platos de filete de res, bien cocidos, yo empiezo a oler magnificos aromas, pero de pronto la madre me bota al patio para que deje comer al niño, dice que hago mucha bulla. No importa, pude esperar a que apaguen todas las luces para colarme por la mampara de la sala y correr al comedor sin que nadie me vea. Aunque en el cuarto de la madre todavía se escuchan las voces del televisor, nadie me quitará lo que estoy comiendo.

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