Día 14


La vi bajando otra vez del bus. Viernes 9:00 de la mañana tomaba desayuno agachado en unos de esos micro-locales de comida al paso y la vi de nuevo. Hace trece días que vengo aquí porque siempre la veo bajar y siempre me aguanto las ganas de hablarle. Hace trece días que tengo el estomago resentido por tanta comida barata que ingresa a el. Dos soles cuarenta diario por un vaso de quinua y dos panes con palta. Dos soles cuarenta para simplemente verla bajar del bus.

Intencionalmente me acerco para preguntarle la hora, huachafada más común entre los busca-mujeres que ella no evita misteriosamente. ¿Tú siempre tomas desayuno ahí verdad? Y el cielo escampó en el momento que me tuteó. Sí, dije conmovido mientras ponía una cara de imbecil perdido entre el azul de sus ojos. Sabe que existo por lo menos y yo - taradísimo - le pregunto la hora.

Ella me empezó a indagar. Qué hacía por la vida mientras me preguntó mientras caminabamos por la calle. Se le notaba apurada y volteaba de vez en cuando, como queriendo percatarse de que nadie nos seguía. Yo, en cambio, taciturno me sentía excitado de poder caminar junto a ella despues de trece días de espía como si el local del desayuno fuera mi persiana americana. Yo la seguía y ella me dirigía con voz de mando, tratando que la conversación no sea trivial ni aburrida.

Ni cuenta me di cuando llegamos al parque Fátima y ella mencionó una notaría como lugar de trabajo; yo, más absorto aún, no comprendía por qué bajaba 9 cuadras antes de su destino, 9 cuadras antes de despedirse de su acompañante casual, preguntón de la hora. 9:00 de la mañana y la veo bajar del bus, hoy tampoco me atreveré a lanzarle palabras, será el día catorce.

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Rosabel dijo...

Bonito de verdad.