La noche del los 72


El payaso acaba la funcion y me dispongo a cambiarme. Por Dios me espera la abuela con uno de sus deliciosos almuerzos, ¡caray!, se me hace tarde. Subitamente quisiera llegar en este instante con un traje azul a su fiesta de gala, que es un almuerzo más pero conmemoramos sus 93 años. Ella llegó hace mucho de Yurimaguas y poco fue estableciendo su historia en la que ahora es mi residencia.

Tantos años en la asociación hicieron que sus comidas adquirieron esa particularidad de nombre. Desde el extranjero llegaban sus hijos, sobrinos, nietos, yernos, nueras, primos, todos para degustar los exquisitos platos que diseñaba para cada cumpleaños. Son 93 hoy y, en algun momento puedo recordar alguno. A los 72.

Mi hermana y yo llegamos tarde de la universidad y afanados tuvimos que subir a un microbus para dirigirnos a su morada. Sorpresa que los nietos del hijo mayor lleguen tarde. En casa nos encontramos con la tia Inmaculada y su familia. Inmaculada era la unica hija de la hermana menor de mi abuela. Tenía cuatro hijos, dos de los cuales nos acompañaban en esa reunión. Mis ojos esa noche vieron un agasajo pequeño, con piqueos, vino, pollo, torta y otra torta que al final destrozaron mi estomago por una semana. Luego de ese pequeño agasajo los primos - mis tíos y la tía Inmaculada - se dispusieron a conversas de la coyuntura nacional mientras que nosotros, los primos, nos congelábamos entre miradas frías de quien mira a un desconocido. Al final el tío Remigio dijo que ya irían y todos felices nos despedimos.

Al voltear hacía el estéreo se nos puso triste la cara. En el alboroto la abuela se había olvidado de compartir el alfajor que nosotros - sus queridos y alaucitos nietitos - le habíamos comprado quince minutos antes de llegar a su casa. Chicos de Ultima hora.

Mientras degustábamos el gran alfajor - delicioso por cierto, haciendo gala de la asociación - a la abuela se le salieron unos sinceros deseos.

- Ojala hijos que siempre vayamos juntos hasta la muerte.
- No seas mala mamá, apenas te aguantamos aquí y quieres que no vayamos contigo.

Carcajadas como siempre en la casa de los Salvatierra, Luchito empezó ese rato con las anécdotas de la abuela. Grande Tío.

1 Protecciones:

Rosabel dijo...

Me lleve un gusto leyendolo :)