Sonámbulo en busca del agua


Su hedor era repungnante, apestaba a estiercol, no se había bañado hace dos días y la humedad de esta ciudad de porquería hace que me pique todo el cuerpo.

Me apesta, me apesto, apenas puedo caminar sin sudar negro, a veces me pregunto si mi madre me viera, no diría lo que mencionó cuando salí de Jauja, mi hijo se va a triunfar me dijo, ja, mira que bien he triunfado madre, apenas y puedo lavar uno que otro carro, lo bueno es que el malecón está cerca, pero no puedo dejar de trabajar, sino mañana no voy a comer.

Cecilia bajaba como todos los días las escaleras de su departamento, abrió la reja y un hombre carismáticamente se le acercó y le pidió que le llenara el balde con agua, obedeció de la mejor, el hombre le agradeció muy amablemente, qué educado ese señor, pensaste.

Cuando le devolvió el balde lo primero que hizo fue llevarse un poco de agua a los labios, luego me mojé la cara y continuaste trabajando loquito, así es la vida, que le hacemos.

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